LAS APARICIONES DE PEÑABLANCA

Publicado: agosto 5, 2012 en Uncategorized

El 29 de Septiembre de 1983, mas de 100 mil personas llegaron hasta las alturas de Peñablanca para asistir a las apariciones de la Virgen.

En plena década de los 80 Villa Alemana se transformó en centro de la noticia y peregrinaje de todo un país.

Miles de personas acudíeron a Peña Blanca para tener contacto con Miguel Ángel Poblete Poblete, el vidente de Villa Alemana. Familias enteras llegaron al lugar para comunicarse con la Virgen a través de este personaje como único soplo esperanzador en medio del caos político y social.

Se acabaron los 80. Volvió la democracia. Y el vidente Miguel Ángel quedó en el olvido. Culpó a los medios de comunicación de arruinar su vida.

Un año después de las apariciones, Miguel Ángel se presentó a la prensa como mujer. Con pelo largo y un cuerpo notoriamente más femenino. Afirmó que siempre había sido del sexo femenino.

En los mismos diarios, algunos de los fieles de Miguel Ángel aseguraban estar felices porque se comprobaban las afirmaciones del arcángel San Miguel. Para ellos era simplemente una prueba de fe.

En esa época decidio llamarse definitivamente Karole Romanov, aunque legalmente mantuvo su identidad de Miguel Ángel Poblete.

El sábado 27 de septiembre de2008, a la edad de 42 años, falleció a raíz de una hemorragia digestiva que derivó en un síndrome hepático renal avanzado.

 

 

LOS COMIENZOS

Publicado: agosto 5, 2012 en Uncategorized

Imagen que data de Agosto de 1983, a pocas semanas de haberse iniciado el fenómenos de las apariciones de la Virgen.

Casi al entrar el invierno de 1983, el 12 de Junio, Domingo, tres muchachos subieron de paseo al Cerro El Membrillar que se eleva inmediatamente al norte de Peñablanca, junto a Villa Alemana, en la Región de Valparaíso, centro de Chile.

Mientras dos de los jóvenes inhalan neoprén, el tercero, llamado Miguel Angel Poblete molesto – según el – porque sus amigos lo habian engañado, se separa unos pasos, dedicándose a observar el paisaje de lomas y quebradas cubiertas de verde.

 

Repentinamente una luz insólita lo deslumbra: una nubecita brillante gira sobre un espino al lado suyo.  Asustado, corre pero lo detiene una voz suave y cariñosa que lo llama por su nombre. Miguel, Miguel Angel. Se vuelve y descubre, de pie sobre el arbusto, sin zapatos, una Joven hermosísima.
Sobre los hombros lleva un manto azul; cubriéndole la cabeza un velo blanco; colgando de su cintura un Rosario. Ella es atrayente, amable, preciosa.

 

Más asustado el niño exclama, «Ave María Purísima», haciendo una cruz con los dedos. Sonriendo Ella agrega, sin pecado concebida. Siente él un peso en el cuerpo que lo hace caer de rodillas. Está en éxtasis. No temas, Angel, tú me ayudarás. Los otros jóvenes, aturdidos por la droga, desconcertados observan la escena viendo sólo a Miguel extrañamente hincado quien, con el rostro en alto, escucha una petición de Ella, boten esa droga y dijes que vengan.

 

Sólo uno obedece por pocos momentos. Penitencia, penitencia, agrega Ella mirando al cielo. Luego, rezad el Rosario.

Así se inician las revelaciones de Peñablanca que transcurrieron durante cinco años, hasta el 12 de Junio de 1988, manifestándose gran parte de ellas en este sitio pero también esporádicamente en Villa Alemana, Quilpué, Ocoa, y Santiago.

 

EL VIDENTE

Publicado: agosto 5, 2012 en Uncategorized

Miguel Angel Poblete en medio de su extasis mistico.

Es un joven de 17 años, abandonado por su madre a los 15 días de nacer, no reconocido por su padre, acogido en un asilo de Curicó. Por problemas económicos, cuando el niño tenía 10 años, la directora de la casa se va a Santiago trayéndolo consigo.
Dos años después es entregado a un hogar de menores, de donde el niño huye buscando a su madre. Una y otra vez pasa por diversos asilos, escuelas y aún la cárcel. Delgado, tosco, inculto, aprende en la experiencia de la soledad, la desconfianza y el abandono. A veces es acogido por personas que lo han querido, pero crece marcado por la inestabilidad de aquellos que no han tenido su propio hogar.

Es alegre, viril, despierto, amistoso, pero huraño y aprensivo. Por momentos es solitario y retraído. La Señora Emelina, quien lo acogió de guagua, le enseñó como segunda mamá los inicios del amor a Dios, orar, respeto a la verdad y las normas básicas de la convivencia. Pero la vida de este hombrecito va entretejida de dolores, incomprensiones y esa lucha constante por ser, que en los niños pequeños se lleva con dramatismo.

Las apariciones que se suceden vertiginosamente llevarán a este joven a momentos sublimes, sin duda ayudándolo a actuar constante y heroicamente, olvidándose de sí. Sin embargo, volverá a vivir duros tiempos de incomprensión, desprecio y persecución hasta la burla de un país entero.

La prueba será demasiado grande para sus pequeños hombros que finalmente, después de los cinco años de apariciones, lo llevará a alejarse de lo recto, dejándose conducir por malos caminos hasta convertirse, por su descarriada conducta, en la gran prueba de fe de Peñablanca, pretendiendo ser «mujer».

 

 

 

 

LAS APARICIONES

Publicado: agosto 4, 2012 en Uncategorized

Común era observar este panorama en el hoy llamado Monte Carmelo de Peñablanca.

Se pudieron contabilizar unas 480 apariciones, pero probablemente fueron más de 500. Después de la primera, generalmente se le avisaba cuándo ocurriría la siguiente. Ello facilitó la asistencia paulatina de personas las que en dos ocasiones, parece, sobrepasaron el número de 100.000.

Lo supo todo el país y la noticia se expandió por el extranjero. Desde los inicios los asistentes provinieron de los alrededores del sitio de las visiones. Pero a medida que los medios de comunicación y los testigos fueron difundiendo los sucesos, acudieron personas de todas las regiones del país y de naciones vecinas y lejanas, tales como Argentina, Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Honduras, Estados Unidos, Inglaterra, España, Japón y otros.

Algunos llegaron sólo impulsados por la novedad, pero otros por el deseo de estar más cerca de Dios y de Nuestra Señora. Niños, jóvenes, mujeres, hombres, ancianos, enfermos, religiosas, sacerdotes y curiosos de toda índole.

Los fenómenos ocurrieron a toda hora del día y de la noche. Se vio a millares de personas que, acompañando al vidente, hicieron numerosas vigilias de oración. El Monte se convirtió en un Santuario de Gracia donde desde entonces hasta hoy personas solitarias o en grupo han acudido por millares a meditar, orar, cantar y encontrarse con la sabiduría,  fé, esperanza,  paz, y  Amor.

ASÍ ERAN LOS EXTASIS

Publicado: agosto 4, 2012 en Uncategorized

El muchacho miraba a lo alto, como si estuviese conversando con alguien.

El muchacho, yendo de camino o estando de pie, repentinamente, percibía  algún signo de luz,  escuchaba , sentía algo que lo hacía levantar el rostro y mirar hacia el cielo. Frecuentemente caía de golpe, arrodillado. Serio o sonriente, cambiaba su rostro. Saludaba, oraba  y hablaba.  Transmitía  un mensaje. Pedía que los presenten alabaran a Dios, y se dieran el saludo de la paz.

 

En ciertas oportunidades cambiaba  su timbre escuchándosele una voz femenina que habla en primera persona diciendo frases como: Hijitos míos, Yo soy La Inmaculada Concepción… Otras veces se le oía en tono varonil y grave  diciendo ¿No saben, hijitos míos, que he muerto por ustedes y estoy con ustedes?

La mayoría de las veces que el muchacho hablaba, daba la impresión de que estaba muy atento y transmitía un dictado, sin apresuramiento.
Frecuentemente se ponía de pie y comenzaba a caminar, siempre en éxtasis. Iba a algún sitio, recorriendo entre la gente. Corría, marcha para atrás siempre mirando al cielo. Jamás tropezaba, mientras si les sucedía a quienes iban a su lado. Se detenía, curvaba  la espalda hacia atrás como lo haría un gimnasta .  Normalmente es imposible que lo haga por una lesión a la columna a los 14 años de edad.


POR:  José Molina Briones

José Molina Briones

Han pasado ya 26 años desde aquel fatídico día de verano de 1986, y en mi mente está incólume el recuerdo de lo vivido en aquella jornada.

Para  ese  lunes 17 de febrero, yo me desempeñaba como colaborador de Radio Minería de Viña del Mar, a donde había llegado en 1980  para realizar pequeños programas  de corte juvenil.  Era una participación esporádica, pero que me llenaba de satisfacciones, al efectuar una de las cosas que yo más deseaba: transformarme en un comunicador social de verdad.  Cómo iba a imaginar que ese día,  y de manera tan horrible y dolorosa mi sueño comenzaría a hacerse realidad.

Cerca de las 19.30 horas, junto a un grupo de amigos conversábamos animadamente en la esquina de Avda. Urmeneta y Riquelme… cosas sin importancia, bromas, planes de término de verano. Minutos más tarde, la sirena de bomberos rompió la tranquilidad.  Nuestra conversación siguió alegremente; sin embargo dos hechos llamaron poderosamente mi atención. El primero fue la premura con que bomberos respondió al llamado, ya que casi no terminaba de sonar la alarma general cuando una unidad ya se dirigía velozmente a la emergencia… Lo segundo fue que en cosas de minutos, mi querido y recordado amigo, el periodista de La Estrella y El Mercurio en Limache, Luis Medina Valdés, abandonaba casi corriendo su oficina  en la céntrica calle Serrano  para doblar en Avda. Urmeneta  rumbo a la estación local.

Minutos después, el ulular de sirenas por la avenida principal una vez más llamó mi atención.  Eran una unidad de bomberos y una ambulancia de Villa Alemana que venían a toda velocidad, doblando por Serrano hasta desaparecer de mi vista…. “seguramente es un accidente de tránsito de gran envergadura”   dije a mis amigos.

Avda. Urmeneta, en San Fco. de Limache

Apuré el término de la conversación y me  dirigí  a la corresponsalía de ambos periódico

Allí pregunté si alguien sabía algo  y el ayudante de Don Luis me respondió con un – casi distendido comentario-  “parece que chocaron unos trenes o algo así “.   De inmediato, efectué una llamada telefónica a la segunda compañía de bomberos en donde una voz nerviosa me confirmó lo que recién me habían comentado   “Se trata de un rescate, producto del choque de dos trenes “.   Debo reconocer que mi primer pensamiento estuvo dirigido a quienes hacían tanto alarde de una situación que seguramente, no pasaba de ser una mala maniobra de acoplamiento de un par de vagones.  Sin embargo y  de inmediato un extraño “olfato periodístico”  me alertó que podría tratarse de algo más.  No acababa de asumir dichas contradicciones, cuando ya estaba en mi casa recogiendo mi vieja y fiel grabadora a cassette, para luego dirigirme a la estación de la comuna.

Así lucía la estación de Limache en 1986

Tan sólo entrar al recinto, uno podía apreciar nerviosismo, confusión y mucha preocupación. Carreras para allá y para acá daban cuenta que en realidad “ algo serio ocurría”.   En medio de tanto ajetreo,  mi mirada se detuvo en dos funcionarios de Carabineros que comenzaban el proceso de evacuación de la terminal ferroviaria….  “Sì,  ellos debían de tener más información “ – pensé y en un instante ya estaba a su lado para solicitar detalles.   Por aquel entonces, mi padre estaba recién acogido a retiro de Carabineros de Chile, tras haber cumplido cerca de 30 años de servicio y haber alcanzado  el grado de Suboficial Mayor, de tal forma que nos conocíamos perfectamente con el  personal policial..   Pregunté  al  de mayor rango qué sucedía  y su respuesta aún está fresca en mis oídos… “Chocaron dos trenes en Queronque…. No tenemos mayor información de heridos o muertos”  y luego  hizo alusión a que el turno policial de aquella tarde aún no daba señales de vida  “ … y lo peor es que el jefe del turno no aparece….la guardia lo ha llamado vía radial sin parar y él no responde… a lo mejor se metió por ahí a tomar once… mi  mayor ordenó que en cuanto aparezcan se reporten con él….. el medio retito que les va a llegar. “

Lógicamente  que – conociendo al personal –  mi curiosidad me hizo preguntar quiénes componían dicho turno .  La respuesta fue precisa:  “ El cabo Luis Cortés Bravo y el Carabinero  Dante Martinez Ogaz “.

Pero,   ¿ qué había sucedido ?    Es justo dejar  de lado por un instante mi relato  y hacer algo de historia.:  Cuando el reloj marcaba las 19.45 horas de ese fatídico día , el tren AES 16 , proveniente de  Puerto y con destino la estación Mapocho, en Santiago, y el automotor AES 9, que  venía de Los Andes con destino a Valparaíso,  sumando entre ellos más de mil pasajeros a bordo, se encontraron de frente -a considerable velocidad-  en el centro de una cerrada  curva,    sector Queronque,  a  tan sólo 4 kilómetros de Limache.

El impacto fue violento… atroz,… mortal.

Ahí quedaron mortalmente abrazados ambos automotores.

Una  mala coordinación entre los operadores de las cabinas de Limache y Peñablanca  había provocado que ambos trenes  fueran despachados simultáneamente.  Días antes de la tragedia,  terroristas del FPMR habían dinamitado el acceso al puente Queronque  dejando una de las dos vías inhabilitadas.  Lo anterior, sumado al robo de cable de cobre que había hecho estragos en las comunicaciones complicaba el normal proceso de movilización, el que se había visto  seriamente afectado.

Pero volvamos a lo vivido ese día…

Con la información que ya poseía,  bien podía efectuar un despacho para Radio Minería y así fue como en un instante marqué el número de la emisora.  El   radio controlador de turno, Reinado Aroca,  respondió mi llamada. En dos o tres  palabras le conté lo que sucedía y le pedí me grabara un despacho.  Le solicité que se lo hiciera escuchar al director y que él autorizara su salida al aire.  Con el receptor radial sintonizado en el CB-80 del dial AM , en cosa de segundos pude escuchar el característico sonido de EXTRA EN MINERIA  y al locutor de turno dándome el pase, para luego escuchar mi grabación informando del trágico hecho.  Instantes después,  el mismo despacho volvió a salir al aire, esta vez desde Radio Minería en la capital para  todo Chile.  Así tuve el triste honor de ser el primero en informar al país de la tragedia.

Los instantes que siguieron fueron de mucho ajetreo. Desde Viña del Mar se me informó que a contar de ese mismo minuto tenía micrófono abierto y que efectuara todos los despachos que pudiese.  Debía entonces volver a la estación de Limache y buscar más información.

Vista aérea de de la tragedia.

A esa hora, la noticia ya se había divulgado como un reguero de pólvora.  En la iglesia de Las 40 Horas se desarrollaba la Novena de la Virgen y  el sacerdote había interrumpido su prédica  para informar a los fieles del accidente y pedir por los fallecidos y heridos.  También Carabineros había reforzado su personal en torno a la estación de Limache y el control de quienes podían ingresar se efectuaba en las esquinas de Prat y Urmeneta.  Sin mayor obstáculo superé la barrera policial y cuando ya ingresaba al recinto sentí una voz que me llamaba… “ Molina….Molina… “  Me detuve y me percaté que era el mismo suboficial de instantes atrás. Tan sólo acercármele me lanzó una noticia en la cara…” Apareció el turno…”   Recuerdo haberle preguntado….” Y fue muy fuerte el reto?…”.  Su expresión cambio de un instante a otro  y me respondió… “ Están muertos… iban en la cabina de uno de los trenes que chocó.”  La información fue impactante, pues conocía bien al cabo Luis Cortes, pero no así al carabinero Dante Martínez que,  recién salido del curso de formación policial,  tenía a Limache como su primer destino.

Volví una vez más al teléfono e informé  la muerte de ambos policías, omitiendo sus grados y nombres ya que en ese mismo instante la institución se encontraba notificando a sus familiares.

Ya a esa hora la Empresa de Ferrocarriles había entregado los nombres de los cinco  primeros muertos, todos funcionarios que se encontraban a bordo de los trenes accidentados. Se trataba de Julio Lorca Hernández, Oscar Catalán, Ramón Carmona Meneses, Rodolfo Valenzuela Bascoli y Fernando Rodríguez  Elgueta ( Quiso el destino que años después fuese compañero de trabajo del hermano de este último, y con quien conversamos en más de una oportunidad de lo vivido en aquella aciaga jornada.)

Voluntarios de la Cruz Roja limachina trabajan en el rescate de los heridos.

Limache, ya plenamente envuelto por la oscuridad,  se encontraba revolucionado.  Decenas de personas acudían a la estación local a solicitar mayores detalles  y otros a ofrecer su ayuda en lo que fuese posible. En el sitio de la tragedia ya trabajaba personal de la Armada, de la Base Aeronaval de El Belloto, efectivos de bomberos de diversas comunas, numeroso contingente de Carabineros, equipos de salud  y funcionarios de Ferrocarriles del Estado, además de numerosos voluntarios que habían logrado acceder al lugar. Fue en ese instante cuando un pequeño carrito, que se utilizaba para trasladar personal que reparaba las vías  apareció en la estación de Limache. A bordo venían numerosas personas y entre ellas un rostro conocido. Era un ex compañero de  la Escuela 88 que por aquel entonces prestaba servicios en la Cruz Roja local.  Su impecable traje blanco, con el que acostumbraba a verlo en desfiles o servicios varios, venia manchado de sangre, aceite y tierra. Su rostro – abatido por el cansancio y el dolor – daba cuenta del espantoso cuadro que habían visto sus ojos. Me acerqué rápidamente y le pedí  una entrevista…. “ No puedo”,  me dijo….. y al instante comprendí que su fortaleza interna estaba totalmente destruida…aniquilada.  En breves minutos me hizo una descripción de lo que estaba sucediendo, y al solicitarle una cifra estimativa de muertos, su respuesta me dejó  paralogizado:  “Yo, personalmente, conté más de cien… ”

Debo reconocer que me costó sobreponerme a tamaña información.  Sólo se hablaba hasta ese momento de siete fallecidos.  De inmediato volví al teléfono y preparé el despacho. Radio Minería había dispuesto que los contactos debían hacerse directamente a Santiago, poniendo de inmediato la información al aire a través de la poderosa red que poseía la emisora y que cubría prácticamente todo Chile.  En los estudios centrales, el destacado periodista Hernaní Banda había asumido la conducción central de la emergencia.  Impactante fue su  reacción  cuando señalé que  “ la cifra de muertos superaba el centenar”.  Un silencio absoluto se apoderó de su persona hasta que al cabo de unos pocos segundos – que fueron eternos  – me solicitó aclarara la cifra… “ los muertos superan los 100….. uno… cero…cero…”  recuerdo que dije al aire. Hernani Banda entonces señaló que “ de ser así, estamos ante la peor tragedia ferroviaria que recuerde la historia de Chile.”

La estación de Limache comenzó a prepararse para recibir una gran cantidad de heridos, que pese a sus lesiones, podían caminar o utilizar otros medios de transporte, dejando así las ambulancias  a los que presentaban riesgo vital.  Ante mis ojos desfilaban numerosos comerciantes, que abrieron sus locales y sacaron rollos de telas, con las cuales comenzaron a efectuar unas especies de vendas.  Otros,  en tanto,  llegaron con cajas de cartón, las que al abrirse eran puestas en el suelo a modo de improvisadas colchonetas.

Heridos son atendidos en la estación de Limache

Finalmente un carro de ferrocarril arribó a la terminal limachina con cerca de 50 heridos, socorristas y voluntarios de bomberos y carabineros. Las escenas que se vivieron a continuación fueron macabras. El silencio de la noche dio paso a quejidos, gritos de dolor y llanto.  Vi personas que caminaban como autómatas, sin rumbo fijo hasta que alguien las tomaba del brazo y las guiaba a algún vehículo para ser trasladadas al hospital comunal. Las ambulancias no daban abasto y decenas de personas llegaron con sus autos y camionetas para llevar a los lesionados.  Tan sólo subirlos al vehículo,  partían raudo, tocando la bocina y con personas que  gesticulaban pidiendo paso. Otros recibían la escolta de algún carro policial.  Lo importante era evacuar a los heridos y que estos obtuvieran una pronta atención médica. Según supe después, un cuadro similar se vivía en Villa Alemana.

Pasada la medianoche, y tras haber visitado el hospital local, estimé que mi trabajo había terminado. Volví a mi departamento, en donde comenté con mi familia las horribles escenas que había visto y conocí información que ellos habían obtenido por otros medios. Una agradable taza de té  y un reparador sándwich cerraron mi jornada – o al menos eso era lo que yo creía.

Nada más haberme acostado y haber recitado un par de oraciones  por las victimas de aquella espantosa tragedia, la voz de Hernani Banda – a través del receptor radial – me puso una vez más en alerta… “ hasta los estudios de Radio Minería, aquí en Santiago, han llegado decenas de personas que requieren información de sus seres queridos y seguramente a esta hora nuestro corresponsal en Limache, José Fernando Molina, ya trabaja en una nómina de lesionados y sobrevivientes  que calmará la desesperación de estos angustiados familiares ”.  Ante ese comentario era imposible permanecer en la comodidad de mi cama. Rápidamente me vestí y en cosa de minutos me encontraba en los salones de la Iglesia de Lourdes, en donde el cura párroco Ramón Tapia había habilitado una especie de albergue para los heridos de menor consideración y personas que habían resultado ilesas.

Apuntes del profesor Rolando Romero, con nómina preliminar de personas heridas.

Con la ayuda del profesor Rolando Romero Moscoso, que hacía las veces de jefe de aquel improvisado refugio, me paré en medio del salón y tras identificarme hablé con voz fuerte “ necesito que las personas de Santiago que se encuentran aquí me den sus nombres, direcciones y teléfonos, ya que hay muchos familiares de ustedes que están desesperados buscando información “   Al instante decenas de personas levantaron sus manos y así pude confeccionar un listado, que de inmediato di a conocer en un extenso despacho de más de 45 minutos   y en donde pude hacer un resumen de la información obtenida hasta el momento.

Cerca de las 6.45 horas  puse término a mi labor iniciada casi 12 horas atrás.

La claridad del alba me indicaba que un nuevo día se nos venía encima y con él nuevas y desagradables sorpresas.

Fue cerca de las 9 de la mañana cuando mi sueño se vio abruptamente interrumpido con los llantos y lamentaciones de una de mis primas.  Evelyn, una de sus hermanas,  no daba señales de vida.  Había partido cerca de las 19.30 hrs. rumbo a Valparaíso y testigos aseguraban haberla visto subirse a uno de los trenes accidentados. Incluso, el tren la había esperado cuando ella corrió desde calle Prat hasta la estación.

 Lógicamente no pude seguir durmiendo y mientras mi padre partía rumbo al hospital Santo Tomás de Limache para  tratar de ubicarla,  yo me encaminé hasta la corresponsalía del diario La Estrella para comentar los últimos acontecimientos.  Por aquellos años, había un conocido local de fotografías a un costado de la corresponsalía y fue allí donde pude ver las instantáneas de los Carabineros muertos el día anterior y que pasarían a formar parte del sumario administrativo que había iniciado la institución.  No es mi intención describir las imágenes, sólo puedo decir que al verlas,  quedé helado.

Al pasar de algunas horas vi que mi padre aparecía en las puertas de las oficinas de la corresponsalía  y con voz baja me dijo… “ encontré a Evelyn.., ”  por su semblante  y el tono de su voz adiviné que algo terrible había sucedido   “Está en la morgue del hospital de Limache… murió anoche luego de ser trasladada de urgencia”    Así, mi querida prima Evelyn Anabalón Briones, asistente de párvulos del jardín infantil “ Caperucita “ de la población Juan Egaña, pasaba a engrosar la lista de fallecidos.

Velatorio de Evelyn Anabalón (Foto: Portada El Mercuio de Santiago)

Las horas y días que siguieron, prácticamente están borrados de mi memoria. Sólo recuerdo haber asistido con gran pesar a sus funerales y seguir compartiendo el dolor que su pronta partida ocasionó en sus padres y hermanos.  “Primita querida… te sigo recordando y queriendo como siempre….”

Al cabo de una semana de haber ocurrido los hechos, recibí una invitación para ir a los estudios de Radio Minería en Viña Mar, ya que el director de la emisora, Manuel Miranda Jerez deseaba saludarme.    Fue la ocasión en que me transmitió las felicitaciones de la gerencia general de Santiago por la labor desarrollada y me hizo algunos obsequios.  Y al instante una oferta que yo jamás había esperado… “ A fines de abril se va el actual Jefe de Programación de la radio, quien ha renunciado para irse a vivir al norte del país…su vacante está disponible y por lo demostrado en la cobertura del accidente creemos que tú eres la persona indicada para ocupar su cargo”,  dijo con su característica voz de locutor FM.

Así, dos meses después, el 1 de mayo de 1986  yo pasaba a ser oficialmente funcionario de planta de Radio Minería de Viña del Mar.

El tiempo ha pasado.

La tragedia de Queronque lentamente se ha ido sumiendo en el olvido. Las autoridades de la época cifraron en 58 las víctimas fatales y en 510 los heridos de diversa consideración, aunque quienes estuvimos involucrados en los hechos esa terrible jornada  sabemos que los muertos superaron ampliamente los 100.

Varios años después, y con motivo de un aniversario más de la tragedia, fuí al lugar del accidente. No había estado nunca ahí.

La tranquilidad de aquella tarde nada tenía que ver con lo que allí había sucedido.   Fue inevitable pensar en todas aquellas vidas que se vieron abruptamente interrumpidas,   en el sacrificio desarrollado esa noche por aquellos héroes anónimos a los cuales la historia nunca ha reconocido en su justo valor:   Carabineros, marinos, soldados, profesionales de la salud, periodistas y reporteros gráficos que cumplieron una labor abnegada  y  principalmente a los voluntarios de Bomberos, que con escasísimos medios dieron lo mejor de sí para evacuar a muertos y heridos.

A todos ellos mi mas humilde homenaje.

Sólo unas cuantas cruces ubicadas en el lugar exacto de la tragedia recuerdan que la muerte,  un día de febrero de 1986, decidió detenerse ahí para llevarse a decenas de veraneantes que volvían de un día de playa  o viajaban a cumplir trámites y compromisos.

Ocasionalmente algún tren, del moderno sistema de Metro Valparaíso, hace sonar su pito en dicho lugar, recordando a los desaparecidos.

Veintiseis años han transcurrido.    La estación de Limache ya no es la que era,  ha sido completamente refaccionada, y casi nada queda de  ese tiempo…  Modernos sistemas de cobros y de acercamientos a los sectores más alejados han llegado a ocupar el espacio que un día fue testigo de llanto, dolor y pena… UNA  NOCHE QUE LIMACHE, JAMÁS OLVIDARÁ.

La tragedia ferroviaria de Queronque se transformó en el peor desastre de este tipo ocurrido en el país en toda su historia.
El lunes 17 de Febrero de 1986 a las 19:45 horas, una trágica noticia estremeció al país e hizo noticia internacional. En las cercanías del Puente Queronque, entre Peñablanca y Limache, a 4 km. de esta última ciudad, habían chocado en forma frontal dos trenes de pasajeros que hacían la ruta Valparaíso-Limache, muriendo en la tragedia 58 personas y dejando alrededor de 510 heridos.
Ambos trenes se incrustaron entre si, quedando una masa retorcida de metal. Sólo a las 7 de la mañana del martes 18 de febrero se logró separar ambos trenes e iniciar el rescate final de los fallecidos.
Desesperación hubo en Los Andes entre los familiares del casi centenar de pasajeros del automotor, que en la tarde del 17 de febrero a las 17:30 horas salió rumbo a Valparaiso, puesto que ocuparon el último vagón y fueron los que sufrieron las peores concecuencias, ya que al llegar al ramal de Llay Llay, el tren se invierte y el último vagón pasa a ser el primero.
Durante toda la madrugada se registró una intensa actividad en los hospitales de Limache, Quillota, Peñablanca, Quilpué, Viña del Mar, Valparaíso y Santiago. Los heridos fueron traslados en todo tipo de vehículos, los que voluntariamente se acercaron al lugar de la tragedia para colaborar en el rescate.
Ricardo Orellana, uno de los heridos, recordó los dramáticos instantes del accidente: «Nos detuvimos en Peñablanca unos 5 minutos, donde comenzaron a subir al tren patrullas de carabineros y personal del ferrocarril. A los diez minutos después se produjo el choque y, con el impacto todos nos fuimos al suelo… La gente quedó atrapada entre fierros retorcidos, muchos gritaban y lloraban. Mi primo era uno de los mas afectados emocionalmente. Era la primera vez que viajaba en tren y lo que vió parecía un infierno… Había mucha gente sangrando y cuerpos mutilados por todos lados… Por suerte los habitantes del sector instalaron enseguida una posta de campaña, mientras se esperaba al personal.
médico».
el 17 de febrero de 1986 se produjo la peor tragedia ferroviaria de Chile: 58 muertos y 510 heridos
Hoy se cumplen 20 años de la peor tragedia ferroviaria del país: Queronque. El lunes 17 de febrero de 1986 el tren expreso AES-16 que viajaba desde Valparaíso hacia la estación Mapocho chocó de frente con el automotor AES-9 Los Andes-Puerto, que iba con tres vagones. Ambos transportaban cerca de mil personas en total.
El accidente se produjo a las 19.45 horas en el sector del puente de Queronque, entre las estaciones de Peñablanca y Limache, a cuatro kilómetros de esta última, justo en el centro de una curva, cuando uno de los convoyes, el AES-9, se incrustó cinco metros en el otro, triturando a los pasajeros instalados en los asientos delanteros de ambas máquinas.
Así, murieron instantáneamente decenas de personas y los vagones que se destruyeron mutuamente quedaron convertidos en una masa de fierro con cuerpos humanos atrapados en su interior. El triste saldo final: 58 muertos y 510 heridos. El día del accidente existía una sola vía férrea para la circulación de los trenes que corrían en ambos sentidos, ya que el puente cercano al sitio del suceso estaba siendo sometido a reparaciones a raíz de un atentado terrorista perpetrado en 1985. Además habia sido afectado por los temporales.
A eso hay que sumar que el sistema de comunicaciones con quese trabajaba era de 1928 y el teléfono estaba en mal estado. El sistema de señalización eléctrica tampoco estaba funcionando y pocos días antes se habían robado los cables del teléfono interno. Todo se conjugó para que la tragedia resultara inevitable. Al rescate llegó personal de la Base Aeronaval de El Belloto, y luego, efectivos de bomberos y carabineros y equipos de Ferrocarriles del Estado.
Voluntarios de salud de Limache improvisaron en el andén de la estación un hospital de emergencia, operando precariamente con elementos facilitados por la comunidad, mientras que por los parlantes se hacían llamados a donar sangre, mientras llegaban familiares de las víctimas.
En las inmediaciones del Hospital de Limache se agolparon cerca de 80 vehículos que llevaban heridos, muchos de los cuales fueron trasladados a centros asistenciales de Limache, La Calera, Quillota, Quilpué, Peñablanca, Viña del Mar, Reñaca e incluso Valparaíso. Cuarenta heridos llegaron al Hospital Van Buren, veinte de ellos en un automotor de emergencia. En la morgue de Quillota habían ocho bolsas con restos humanos. Crónicas de la época recuerdan que el rescate de las víctimas se prolongó hasta las 11.30 horas del día siguiente, colaborando aparte del personal especializado, los peregrinos y religiosos que en ese momento se encontraban en la novena de la Virgen de las 40 Horas.
Visita del Presidente Conocida la tragedia Augusto Pinochet y su esposa Lucia Hiriart visitaron a los heridos en los hospitales. Dispuso indemnizar a las víctimas mediante un tratamiento económico similar al que reciben los accidentados en carreteras. A partir del 25 de febrero del mismo año Ferrocarriles del Estado hizo efectivo el pago de las primeras indemnizaciones. Desde un principio se habló de una falla humana.Cuatro funcionarios de Ferrocarriles fueron procesados, y su defensa se basó en las precarias condiciones en que se efectuaba la labor de coordinación. El servicio de trenes Santiago-Valparaíso dejó de funcionar tras la tragedia. Estos sólo se restablecieron en el verano de 1992 y los automotores fueron reforzados con equipos de radiocomunicación para advertir sus problemas.